viernes, 18 de abril de 2008

COMO CAMBIAR EL MUNDO

Por favor, gracias y sonreír cuando pides las cosas.
En el mundo en el que vivimos hoy en día, el estrés, la situación económica, los problemas familiares, las situaciones en las que uno de pronto se encuentra, nos tienen viviendo con una cara de chichi pachiche.
Todos tenemos derecho de enojarnos en cualquier momento. Pero últimamente el mundo esta perenemente enojado. Quiero compartir con los lectores un experimento que he estado haciendo por causas de mi nuevo trabajo en el balneario de san Juan cósala. Soy encargada de relaciones públicas, ósea que se trata de sonreír, ser amable, escuchar y orientar a los clientes, así como el informarlos de los servicios que tenemos como extras en el establecimiento.
Esto para mi fue en parte un gran alivio ya que por fin estoy trabajando en lo que desde niña quería, y digo por fin ya que en los últimos años me he dedicado a todo, desde el detallado automotriz hasta a palear estiércol de caballo en monte coxala. Pero esa es otra historia que si me nace compartiré con ustedes con el tiempo.
De niña yo veía una serie de televisión que lamentablemente ya no sale, “el crucero del amor” en esta serie había un personaje que me cautivo porque siempre estaba feliz y siempre la quería la gente, Julia, que era la directora de actividades. Ósea relaciones publicas. Ahora en el balneario me llevo bien con todos mis compañeros y con todos los clientes del balneario.
Al principio, especialmente después del trabajo que ya mencione del estiércol con un ambiente de trabajo nocivo, yo ya no tenía mucha tolerancia hacia las personas en general. Estaba enfadada, decepcionada de las amistades que últimamente me utilizaron para sacarme el poco dinero que obtuve cuando tuve que malbaratar un pedazo de tierra en mazamitla que tengo allá para pagar deudas, (ustedes saben quienes son) los que abusaron de mi confianza.
Mi tolerancia hacia muchos tipos de personas fue disminuyendo poco a poco, odio la hipocresía, así que naturalmente para alguien que ya odiaba a la gente en general, el volver a trabajar en relaciones publicas, sonreír todo el día, esforzarme a ser amable, escuchar y aprender y moldearme a una nueva situación cargada de reglas y sanciones, fue todo un reto.
No podía traicionarme a mi misma siendo hipócrita con mis clientes jefes y compañeros, así que empecé el ejercicio que ya he mencionado. Para empezar todos los días me levantaba y me decía, hoy voy a sonreír, de verdad, no falsamente. Voy a decir gracias y por favor a todos durante todo el día, voy a sentirme bien haciendo lo que hago bien.
Y así comenzó mi nuevo entrenamiento interno sobre como ser amable y serlo de verdad. Parte de ser convincente es no ser falsa. Aunque si les puedo contar que en un par de ocasiones y en algunos casos si he tenido que ponerme a fuerza la sonrisa en el rostro, como cuando tome un coco para promocionar la venta de cocos en el bar del balneario. Yo soy alérgica a los cocos, y camine con uno de estos en mi mano y dije, mmm, que ricos cocos, vengan por sus cocos locos al coco bar. Solo por cuarenta pesos y sin alcohol a solo veinticinco pesos. Les contare que los cocos que había en existencia se acabaron en solo dos días, y el bar ténder julio me dijo que teníamos una promotora “tan mala “ que ya no había cocos refiriéndose al hecho que todo el mundo decidió que quería un coco.
En fin, también si algo me ultra molesta es el llanto de los niños. A menudo me toca pasar frente a alguna de nuestras albercas, y la paz y tranquilidad del balneario esta siendo destrozada por el llanto de algún niño chiquito. Les diré que a mis pobres hijos no les tolere nada de berrinches y los castigue severamente cuando me los hacían. Me molesta que los padres no puedan corregir a sus hijos en lugares públicos por el miedo al que dirán los demás presentes. Esto hace que el o la chiquilla se luzca en su berrinche. Normalmente me acerco y les hablo a los niños con un tono chistoso. Esto los literalmente saca de onda y dejan de llorar, después del gracias de los padres ya que esto hace que ellos descansen de el estruendoso ruido que sus pequeños emiten y se logra de nuevo la paz en el lugar. Lo gracioso es que las personas que están sentadas cerca de la escena del berrinche, también me agradecen el haberlo detenido con mi comentario que según la situación les digo a los niños. Les sonrió y me retiro rápidamente de ahí para que si el niño o niña empieza a llorar de nuevo, ya no tener yo que escucharlo.
También están los que no saben respetar el espacio personal de los otros, ya saben a los que me refiero, los “tentones” aquellos que tienden a “tocar” sin permiso y con demasiada confianza mientras eres su interlocutor. O los que quieren que hables de tu vida privada, o peor aun que te platican la suya. Tengo que sonreír, hacerles llegar el mensaje y alejarme de ahí lo mas rápido que pueda.
Pero por lo general, la gente responde bien a un estimulo tan sencillo como una sonrisa, un gracias o un por favor. El otro día fui en camión a Guadalajara. Para empezar esta no es una actividad que me sea agradable. Me mareo en los camiones y de da claustrofobia aparte de que me aburro de forma horrible. En fin decidí hacer un experimento más allá de lugar de trabajo respecto a la amabilidad. En el balneario, lo hago porque por eso me pagan. En la vida real podría ser como yo quiera, ósea que puedo estar con cara de pachiche si lo deseo y hasta ser grosera. Pero eso ya lo fui mucho tiempo. Siento ahora que es más fácil ser amable que grosera.
Sonreí todo el camino y conseguí muchas respuestas favorables de la gente. Me dieron toda la información que necesitaba sobre los camiones y hasta detalles que no me fueron de ningún uso, pero “bueno” también me salvaron de ponerle doscientos pesos a una de las nuevas tarjetas del tren ligero, (gracias señora, quien quiera que es usted por avisarme que la maquina no da cambio). Otra señora con un bebe me regalo una ficha y así ingrese al anden, pero yo le di cuatro pesos explicándole que por cincuenta centavos se me estaba atorando la cosa. Ella no quería aceptarlos pero insistí, después de todo no estaba tratando de gorronear.
Otro señor se dio cuenta que necesitaba instrucciones de cómo llegar a mi destino, y se esmero en señalarme bien el camino que debía seguir para poder llegar. El de los tacos me cedió su lugar para poderme sentar mientras comía y otra señora me dio buenos consejos de cómo llegar para enviar el documento que batalle para conseguir en este viaje.
Para finalizar este ya muy largo articulo, quiero retarlos a todos ustedes amables lectores a pasar todo un día sonriendo, dando las gracias y pidiendo las cosas por favor. Luego si logran terminar el día sin enojarse una vez, inténtelo orto día mas, hasta que haya pasado una semana y después un mes. Traten de llegar a todo un año con la amabilidad como parte de sus vidas. Inviten a otros a hacer esto y veamos como el mundo cambia, cambiando nuestros malos hábitos por la aunque antigua, descontinuada, pero nunca pasada de moda, amabilidad y educación…

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